Revista EDICIC, San José (Costa Rica), v.4, e-4324, p.1-18, 2024. ISSN: 2236-5753
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humanos se caracterizó por un comportamiento lineal, predecible, confiable y conocido, sin embargo,
en oposición a ello, la dinámica fue diametralmente opuesta y en una ráfaga de breve tiempo las
tecnologías evolucionan de manera exponencial.
A este entorno se le definió como Mundo VUCA que, a partir de la Escuela de Guerra de los
Estados Unidos a principios de la década de 1990, Covarrubias Moreno (2020) describe:
Cómo sería el mundo al terminar la guerra fría con el colapso de la Unión Soviética, anticipando
con ello, la aparición de un paisaje global complejo, confuso y diverso, en lugar de uno simple, claro
y monolítico (pp.514).
Con relación a este modelo de comprensión del mundo, considerar el concepto del Entorno
VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) implica para las organizaciones la
creación de espacios propicios para la negociación entre empresas del mismo sector, así como la
formación de acuerdos mutuamente beneficiosos o desfavorables con el fin de asegurar equilibrios.
Esto demanda una orientación clara hacia sus objetivos corporativos, la formación de equipos de
trabajo interdisciplinarios, la promoción de la responsabilidad, la ética organizacional y la innovación
como pilares fundamentales de organizaciones que fomentan el aprendizaje continuo en la sociedad
de la gestión del conocimiento, las tecnologías de la información y comunicación, la física cuántica, la
robótica, y la inteligencia artificial.
Este modelo emerge con la intención de condensar en un acróstico las características de mayor
trascendencia, así como describir el período entre 1990 y 2020. No obstante, un nuevo hito sacude
esta síntesis acróstica de la representación del mundo.
El 2020 fue el año en que se evidenció con mayor fuerza la incertidumbre y el Mundo VUCA,
agregando un elemento de imprevisibilidad. Esto, no escapa del ámbito educativo, el cual también
tuvo un impacto sin precedentes, el cierre de escuelas y universidades dejó afectados a 117 millones
de estudiantes (Giannini, 2021). A pesar de las metas escolares establecidas en los distintos niveles y
modalidades, estas no se desarrollaron como se esperaba. La declaración de la Organización Mundial
de la Salud OMS de la Pandemia de COVID-19 (Organización Panamericana de la Salud, 2020), trajo
consigo fenómenos imprevistos como lo fue el aislamiento, el distanciamiento social, medidas de
bioseguridad (tapabocas, aseo permanente, reforzamiento de hábitos de etiqueta) y el aislamiento
preventivo como una característica que llego para quedarse en la interacción social. Todo ello derivó
en temas sensibles de salud mental en las personas como el miedo, la preocupación, el estrés y la
depresión, entre otros, y que, “pueden tener consecuencias a largo plazo en las comunidades, familias
y personas vulnerables” (Inter-Agency Standing Committee, 2020, p. 16).
En atención a lo planteado, el sistema educativo y escolar deberá no solo ser capaz de predecir,
sino que deberá adaptarse y resistir. Se debe contar con sistemas, equipos y conectividad estable;
«Bootcamp», campo de entrenamiento a la multimodalidad (presencial, a distancia, virtual,
combinadas, “e-learning, b-learning, u-learning, m-learning) en todos los niveles y modalidades,
actualizando las estrategias de aprendizaje asociadas a las habilidades blandas, demandadas en el
mundo laboral pero que resultan de impacto en la vida de las personas. Al respecto, la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2019) afirma que esta tiene una tendencia
creciente dado el alto grado de conflictividad al que es sometido el mundo laboral siendo hasta un
requisito en los perfiles de cargo. Así, tal como refiere Marina (2005) "la educación emocional es un
saber instrumental que ha de encuadrarse en un marco ético, y debe prolongarse a lo largo de la vida"
(p. 27).